martes, 22 de diciembre de 2009

Los Australopithecus

Una de las preguntas que suele plantearse es si estaríamos aquí si los dinosaurios no se hubiesen extinguido, la respuesta para la mayor parte de la comunidad científica es que no. Pero también afirman que si volviese a empezar la historia de la vida tampoco nada aseguraría nuestra aparición como especie. Por ello me parecen tan «especiales» las formas que nos precedieron, porque mientras existieron fueron seres con vida propia, sin destino direccional, una especie latente y no una transición hacia nosotros. Muy lejos de los dinosaurios-hacia el presente- queda la historia de que trata este blog: nuestra historia, o mejor dicho, nuestra prehistoria.

Los primates pertenecemos al tronco evolutivo de algunos de aquellos mamíferos placentarios que se originaron a partir de los reptiles, y que sobrevivieron a la extinción del cretácico.

Empujados por cambios en el medio ambiente los primeros primates se diversificaron dando lugar a distintas especies, que fueron extinguiéndose mientras que otras prosperaban evolucionando al sacarle partido por medio de la selección natural a características más exitosas para la supervivencia. Un elemento decisivo en la evolución o extinción de toda especie entre otros es el aumento o descenso de las temperaturas que pueda llegar a alterar considerablemente los ecosistemas. Durante la historia de la Tierra se han sucedido periodos glaciares en una media aproximada de 150 millones de años entre glaciaciones. Hace 15 millones de años, se produjo uno de los más intensos. El fuerte descenso del nivel de los océanos provocado por la acumulación de hielo en la Antártica abrió pasillos intercontinentales, y los simios antropomorfos originados en África se dispersaron por Eurasia y Suramérica, de la misma forma en que lo hicieron otros animales. Pero incluso en las zonas geográficas donde las temperaturas en periodos glaciares fueron benévolas para la proliferación de la vida animal y vegetal, se produjeron oscilaciones interglaciares en el clima que afectaron a la biota terrestre.

En el retrato evolutivo de los primates homínidos un nuevo peldaño surgió con la aparición de los Australopitecinos, tras otras formas anteriores que ya habían inaugurado el bipedismo, la visión frontal y otros elementos presentes después, en los Australopithecus. Esta interesante especie guardaba una estrecha relación con la vida en los árboles, pero ya eran capaces de desplazarse de forma habitual sobre las extremidades inferiores. Aun así, su aspecto nos recordaría más a un chimpancé que a un ser humano.

Aunque existe algún indicio de que los Australopithecus pudieron utilizar la piedra como herramienta simplequizá para alimentarse de vegetales las pruebas asociadas no son concluyentes y, por el momento, como sucede en esta ciencia de inesperados descubrimientos, se considera que no fue así.


El niño de Taung


El Australopithecus, mono del sur, fue bautizado así por Raymond Dart en 1924 cuando descubrió un pequeño cráneo fósil en un yacimiento en la localidad de Taung, Sudáfrica. El anatomista de origen australiano observó en aquel cráneo de una pequeña cría de primate, rasgos ligeramente humanos tales como una cara más plana que la de los primates no homínidos, una dentición distinta, y la reducción considerable de los caninos además de un cerebro de mayor tamaño de donde se intuía que era un ser bípedo. Acababa de descubrir una especie más en el rompecabezas de la historia del Hombre, un ejemplar, anterior a todos los fósiles de homínidos hallados en la época, y lo había hecho en África. Pero se trataba de dar un gigantesco vuelco a la idea científica sobre la procedencia del ser humano, que por aquel entonces se situaba en Asia y Europa. Un giro, aplastado en principio por la sombra del escepticismo. Pero Dart no se dio por vencido y manifestó abiertamente su convencimiento de que aquel pequeño cráneo pertenecía a una especie homínida, a un eslabón intermedio entre primates antropomorfos y la estirpe que dio lugar a nuestra propia especie.

Trece años antes del descubrimiento de Raymond Dart se había hallado en Inglaterra el cráneo fósil de una especie ancestral al ser humano “el hombre de Piltdown”. Era un momento en que Francia, Bélgica y Alemania gozaban de descubrimientos de la especie Neandertal, y de su antecesor Homo heidelbergensis. También en Asia se contaba con el descubrimiento del Homo erectus, hombre de Java, desde 1892, pero todas estas especies –de las que volveremos a hablar-eran posteriores en la evolución al descubrimiento que años después hizo Dart en África. Cuando apareció el fósil de Pildown (1911) se dio algo que nadie sospechó, y que no fue descubierto hasta 1948, mucho tiempo después. El cráneo fósil de homínido descubierto en Inglaterra que sugería que el primer hombre era ingles, era falso. Pildown, era fraude. Pero volvamos a 1924 cuando Raymond Dart descubrió una especie más primitiva, más remota en el tiempo que las que entonces se conocían, y afirmó que el ser humano, el homo sapiens sapiens, nuestra especie, procedía de África y no de otro continente. El niño de Taung, Australopithecus africanus, no fue reconocido por la comunidad científica, y su rechazo vino acentuado precisamente por los descubridores del cráneo (fraudulento) de Pildown. Pero gracias al arduo trabajo de otro científico llamado Robert Broom (1866-1951) el descubrimiento de Dart fue finalmente aceptado reconociéndose África como cuna de la humanidad, y Australopithecus como verdadero homínido. Alguna subespecie de Australopithecus-de todas las que surgieron- daría, algunos millones de años después en la evolución, un salto a otra nueva estirpe de primate homínido: la especie Homo. Pero este no fue, al parecer, el caso del Australopithecus africanus.

El descubrimiento de Dart tardó casi veinte años en ser reconocido por la comunidad científica, Robert Broom le creyó desde el principio, fue a visitarle, y se apasionó con el cráneo del niño de Taung. Broom era metódico en su trabajo y se dedicó plenamente a buscar fósiles de Australopithecus en África, continente donde ya Darwin había pronosticado que aparecerían pruebas de la procedencia del Hombre. Broom, halló restos fósiles de ejemplares adultos de Australopithecus africanus que demostraban claramente que no se trataba de un simio antropomorfo, sino de un homínido bípedo cuyo estudio posterior situó a la especie en cuestión entre 3 y 2,5 millones de años de antigüedad. Robert Broom murió en 1951 un año antes de que se desvelara que el hombre de Pildown era en realidad una estafa; jamás llegó a saberlo.

Comparándolo con el de un simio (un chimpancé muy joven) el cráneo descubierto por Dart muestra diferencias que no escapan a la vista. La cara más plana y mucho menos prognata, además de la reducción de los incisivos, son una muestra de ello.

Australopithecus africanus fue el descubrimiento que situó las miradas en África como punto de partida de la evolución del hombre; algo que nadie esperaba. Más tarde se encontraron especies de mayor antigüedad y otras posteriores a Australopithecus, que después de numerosos estudios se inscribieron en el mapa de la evolución del ser humano. Los Australopithecus no hablaban; no conocían el fuego; no fabricaban herramientas -aunque es posible que se comportasen de forma parecida al chimpancé actual utilizando palos o piedras-. No eran tampoco seres de una inteligencia similar a la nuestra y su aspecto nos recordaría de nuevo a un chimpancé. Pero eran bípedos: caminaban sobre sus extremidades inferiores y sus molares y caninos eran muy distintos a los de un simio antropomorfo. Toda una serie de cambios anatómicos operaron en ellos a partir de especies anteriores mucho más simiescas. Y el motor de esos cambios fue la alteración del ecosistema donde vivían. Hace entre seis y ocho millones de años, a finales del Mioceno, un nuevo pulso climático azotó el planeta enfriándolo considerablemente y los hielos regresaron a la Antártida provocando un nuevo descenso del nivel del mar. El cambio ambiental provocó una gran actividad evolutiva y la extinción de los hominoideos (simios en este caso) en numerosas zonas del planeta. África también sufrió cambios ambientales y se vio poblada de especies animales adaptadas a sus amplias llanuras áridas de terreno abierto, mientras que en las zonas del África oriental se formaron mosaicos de bosque tropical. Allí, los primeros homínidos, más simiescos, que precedieron a los Australopithecus -representados por escasos fósiles-, dependían de hábitats arbolados boscosos, que se extendían en manchas dispersas donde la humedad permitía el desarrollo de la selva tropical.

Siguió, hace unos cinco millones de años, un periodo de estabilidad climática cálido y húmedo, que propició aún más la formación del bosque tropical y retiró las llanuras herbáceas. La evolución de los primeros homínidos funcionó entorno a esos cambios medioambientales, y los seres a quienes llamamos Australopithecus aparecieron hace alrededor de cuatro millones de años con la especie Australopithecus anamensis descubierta en el norte de África.

Anamensis vivió en un ambiente arbolado: selvas y bosques abiertos, en el norte de África, hace entre 4,2 y 3,9 millones de años. Su alimentación fue exclusivamente vegetariana, a juzgar por el tipo de dentición y el análisis de las piezas dentarias. Era una especie bastante simiesca, bípeda, como ya he indicado anteriormente, con una capacidad craneal de 500 cm3.

No se han encontrado restos de Australopithecus en ninguna otra parte del planeta fuera de África, y se da por sentado que esta especie se extinguió en ese mismo continente. Lo que destaca de Australopithecus, así como de sus inmediatos predecesores, es principalmente el bipedismo, sin embargo, otro homínido desarrolló de forma paralela este tipo de locomoción varios millones de años antes: Oreopithécus bambolii.

Se trata de una especie que quedó aislada cuando el nivel del mar ascendió debido al deshielo y las intensas lluvias, en uno de los periodos interglaciares que provocó cambios en la configuración de las costas, además de en la fauna y flora. Pero Oreopithécus se extinguió cuando, tras varios millones de años, se produjo un nuevo pulso climático que trajo los hielos de nuevo a la antártica, descendiendo, una vez más, el nivel del mar. La isla que protegió a estos primates de hace entre 9 y 6 millones de años de las presiones depredatorias, e impulsó una determinada dirección evolutiva, recobró el paso por tierra con el continente europeo y barrió del planeta uno de los primeros asomos de bipedismo entre primates. En realidad se trató de una convergencia evolutiva y no era un bipedismo estricto sino más bien un desplazamiento ocasional en combinación con el arborícola. Quizá por ello la forma del pié de Oreopithécus no se especializó del mismo modo que lo hizo en Australopithecuscuya estructura es ya muy parecida a la nuestra—.

Los chimpancés no son bípedos, aunque se yerguen sobre sus extremidades inferiores para alcanzar alimento y pueden caminar, toscamente, durante algún tiempo. En realidad la bipedación requiere de unos cambios anatómicos que afectan, no sólo a las extremidades inferiores, sino al centro de gravedad del cuerpo que sitúa la unión de la columna vertebral con la cabeza en la base del cráneo. También la cadera sufre serias variaciones. En resumen podemos decir, que operó una reorganización anatómica muy amplia durante la evolución de la locomoción bípeda en los homínidos, y que una de sus consecuencias en el ser humano actualúnico primate bípedo es un parto doloroso.

1 comentario:

  1. Hola

    Felicidades por tu blog! lo voy a leer con mucho detalle.

    Me presento: Soy un músico de Barcelona, aficionado a la Prehistoria y he grabado un disco conceptual sobre Hominización que se llama “THE NEANDERTHAL PHYLETIC PROBLEM”.

    Puedes echar un vistazo en: www.reekohl.com

    Saludos!

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Andrés Ruiz Segarra

"Un tiempo que va más allá de la Historia, que precedió a la humanidad, y que determinó lo que hoy somos y el lugar que ocupamos en este planeta"